Antonio Machado
I
Nunca perseguí la gloria
ni dejar en la memoria de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar súbitamente y quebrarse.
II
¿Para qué llamar caminos a los surcos del azar?...
Todo el que camina anda, como Jesús, sobre el mar.
III
A quien nos justifica nuestra desconfianza
llamamos enemigo, ladrón de una esperanza.
Jamás perdona el necio si ve la nuez vacía
que dio a cascar al diente de la sabiduría.
IV
Nuestras horas son minutos cuando esperamos saber,
y siglos cuando sabemos lo que se puede aprender.
V
Ni vale nada el fruto cogido sin sazón...
Ni aunque te elogie un bruto ha de tener razón.
VI
De lo que llaman los hombres virtud, justicia y bondad,
una mitad es envidia, y la otra no es caridad.
VII
Yo he visto garras fieras en las pulidas manos;
conozco grajos mélicos y líricos marranos...
El más truhán se lleva la mano al corazón,
y el bruto más espeso se carga de razón.
VIII
En preguntar lo que sabes el tiempo no has de perder...
Y a preguntas sin respuesta ¿quién te podrá responder?
IX
El hombre, a quien el hambre de la rapiña acucia,
de ingénita malicia y natural astucia,
formó la inteligencia y acaparó la tierra.
¡Y aún la verdad proclama! ¡Supremo ardid de guerra!
X
La envidia de la virtud hizo a Caín criminal.
¡Gloria a Caín! Hoy el vicio es lo que se envidia más.
XI
La mano del piadoso nos quita siempre honor;
mas nunca ofende al darnos su mano el lidiador.
Virtud es fortaleza, ser bueno es ser valiente;
escudo, espada y maza llevar bajo la frente;
porque el valor honrado de todas armas viste:
no sólo para, hiere, y más que aguarda, embiste.
Que la piqueta arruine y el látigo flagele;
la fragua ablande el hierro, la lima pula y gaste,
y que el buril burile, y que el cincel cincele,
la espada punce y hienda y el gran martillo aplaste.
XII
¡Ojos que a la luz se abrieron un día para, después,
ciegos tornar a la tierra, hartos de mirar sin ver!
XIII
Es el mejor de los buenos quien sabe que en esta vida
todo es cuestión de medida: un poco más, algo menos...
XIV
Virtud es la alegría que alivia el corazón
más grave y desarruga el ceño de Catón.
El bueno es el que guarda, cual venta del camino,
para el sediento el agua, para el borracho el vino.
XV
Cantad conmigo a coro: Saber, nada sabemos,
de arcano mar venimos, a ignota mar iremos...
Y entre los dos misterios está el enigma grave;
tres arcas cierra una desconocida llave.
La luz nada ilumina y el sabio nada enseña.
¿Qué dice la palabra? ¿Qué el agua de la peña?
XVI
El hombre es por natura la bestia paradójica,
un animal absurdo que necesita lógica.
Creó de nada un mundo y, su obra terminada,
"Ya estoy en el secreto -se dijo-, todo es nada."
XVII
El hombre sólo es rico en hipocresía.
En sus diez mil disfraces para engañar confía;
y con la doble llave que guarda su mansión
para la ajena hace ganzúa de ladrón.
XVIII
¡Ah, cuando yo era niño soñaba con los héroes de la Ilíada!
Áyax era más fuerte que Diomedes,
Héctor, más fuerte que Ayax,
y Aquiles el más fuerte; porque era
el más fuerte...¡Inocencias de la infancia!
¡Ah, cuando yo era niño soñaba con los héroes de la Ilíada!
XIX
El casca-nueces-vacías, Colón de cien vanidades,
vive de supercherías que vende como verdades.
XX
¡Teresa, alma de fuego Juan de la Cruz, espíritu de llama,
por aquí hay mucho frío, padres, nuestros
corazoncitos de Jesús se apagan!
XXI
Ayer soñé que veía a Dios y que a Dios hablaba;
y soñé que Dios me oía... Después soñé que soñaba.
XXII
Cosas de hombres y mujeres, los amoríos de ayer,
casi los tengo olvidados, si fueron alguna vez.
XXIII
No extrañéis, dulces amigos, que esté mi frente arrugada:
yo vivo en paz con los hombres y en guerra con mis entrañas.
XXIV
De diez cabezas, nueve embisten y una piensa.
Nunca extrañéis que un bruto se descuerne luchando por la idea.
XXV
Las abejas de las flores sacan miel, y melodía
del amor, los ruiseñores: Dante y yo -perdón, señores-,
trocamos -perdón, Lucía-, el amor en Teología.
XXVI
Poned sobre los campos un carbonero, un sabio y un poeta.
Veréis cómo el poeta admira y calla,
el sabio mira y piensa...
Seguramente, el carbonero busca las moras o las setas.
Llevadlos al teatro y sólo el carbonero no bosteza.
Quien prefiere lo vivo a lo pintado
es el hombre que piensa, canta o sueña.
El carbonero tiene llena de fantasías la cabeza.
XXVII
¿Dónde está la utilidad de nuestras utilidades?
Volvamos a la verdad: vanidad de vanidades.
XXVIII
Todo hombre tiene dos batallas que pelear:
en sueños lucha con Dios; y despierto, con el mar.
XXIX
Caminante, son tus huellas el camino y nada más;
Caminante, no hay camino, se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino sino estelas en la mar.
XXX
El que espera desespera, dice la voz popular.
¡Qué verdad tan verdadera!
La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad
aunque se piense al revés.
XXXI
Corazón, ayer sonoro,
¿ya no suena tu monedilla de oro?
Tu alcancía, antes que el tiempo la rompa,
¿se irá quedando vacía?
Confiemos en que no será verdad
nada de lo que sabemos.
XXXII
¡Oh fe del meditabundo! ¡Oh fe después del pensar!
Sólo si viene un corazón al mundo
rebosa el vaso humano y se hincha el mar.
XXXIII
Soñé a Dios como una fragua de fuego, que ablanda el hierro,
como un forjador de espadas, como un bruñidor de aceros,
que iba firmando en las hojas de luz: Libertad. - Imperio.
XXXIV
Yo amo a Jesús, que nos dijo: Cielo y tierra pasarán.
Cuando cielo y tierra pasen mi palabra quedará.
¿Cuál fue, Jesús, tu palabra?
¿Amor? ¿Perdón? ¿Caridad?
Todas tus palabras fueron una palabra: Velad.
XXXV
Hay dos modos de conciencia: una es luz, y otra, paciencia.
Una estriba en alumbrar un poquito el hondo mar;
otra, en hacer penitencia con caña o red,
y esperar el pez, como pescador.
Dime tú: ¿Cuál es mejor? ¿Conciencia de visionario
que mira en el hondo acuario
peces vivos, fugitivos, que no se pueden pescar,
o esa maldita faena de ir arrojando a la arena,
muertos, los peces del mar?
XXXVI
Fe empirista. Ni somos ni seremos.
Todo nuestro vivir es emprestado.
Nada trajimos; nada llevaremos.
XXXVII
¿Dices que nada se crea?
No te importe, con el barro de la tierra,
haz una copa para que beba tu hermano.
XXXVIII
¿Dices que nada se crea?
Alfarero, a tus cacharros.
Haz tu copa y no te importe si no puedes hacer barro.
XXXIX
Dicen que el ave divina, trocada en pobre gallina,
por obra de las tijeras de aquel sabio profesor
(fue Kant un esquilador de las aves altaneras;
toda su filosofía, un sport de cetrería),
dicen que quiere saltar las tapias del corralón,
y volar otra vez, hacia Platón.
¡Hurra! ¡Sea! ¡Feliz será quien lo vea!
XL
Sí, cada uno y todos sobre la tierra iguales:
el ómnibus que arrastran dos pencos matalones,
por el camino, a tumbos, hacia las estaciones,
el ómnibus completo de viajeros banales,
y en medio un hombre mudo, hipocondríaco, austero,
a quien se cuentan cosas y a quien se ofrece vino...
Y allá, cuando se llegue, ¿descenderá un viajero
no más? ¿O habránse todos quedado en el camino?
XLI
Bueno es saber que los vasos nos sirven para beber;
lo malo es que no sabemos para qué sirve la sed.
XLII
¿Dices que nada se pierde?
Si esta copa de cristal se me rompe,
nunca en ella beberé, nunca jamás.
XLIII
Dices que nada se pierde y acaso dices verdad,
pero todo lo perdemos y todo nos perderá.
XLIV
Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar.
XLV
Morir... ¿Caer como gota de mar en el mar inmenso?
¿O ser lo que nunca he sido: uno, sin sombra y sin sueño,
un solitario que avanza sin camino y sin espejo?
XLVI
Anoche soñé que oía a Dios, gritándome: ¡Alerta!
Luego era Dios quien dormía, y yo gritaba: ¡Despierta!
XLVII
Cuatro cosas tiene el hombre que no sirven en la mar:
ancla, gobernalle y remos, y miedo de naufragar.
XLVIII
Mirando mi calavera un nuevo Hamlet dirá:
He aquí un lindo fósil de una careta de carnaval.
XLIX
Ya noto, al paso que me torno viejo, que en el inmenso espejo,
donde orgulloso me miraba un día, era el azogue lo que yo ponía.
Al espejo del fondo de mi casa una mano fatal
va rayendo el azogue, y todo pasa
por él como la luz por el cristal.
L
-Nuestro español bosteza.
¿Es hambre? ¿sueño? ¿Hastío?
Doctor, ¿tendrá el estómago vacío?
-El vacío es más bien en la cabeza.
LI
Luz del alma, luz divina,
faro, antorcha, estrella, sol...
Un hombre a tientas camina;
lleva a la espalda un farol.
LII
Discutiendo están dos mozos
si a la fiesta del lugar irán por la carretera
o campo traviesa irán.
Discutiendo y disputando empiezan a pelear.
Ya con las trancas de pino furiosos golpes se dan;
ya se tiran de las barbas, ya se las quieren pelar.
Ha pasado un carretero, que va cantando un cantar:
«Romero, para ir a Roma, lo que importa es caminar;
a Roma por todas partes, por todas partes se va».
LIII
Ya hay un español que quiere vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere y otra España que bosteza.
Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios.
Una de las dos Españas ha de helarte el corazón.